El que dice "eh amigo", se pone como un igual, un compinche del receptor, es por eso que cuando un desconocido quiere hacer una petición, una pequeña colaboración pecuniaria, lo dice de esta forma: "Eh amigo, ¿no te copás con una monedita para la birra?" Parecería que esta forma de apelar es nueva, pero la verdad es que ya el mismo Gardel, antes de entonar Quevachacé, batía: "eh amigo, sáquese ese berretín".
También tenemos el che boludo/a en Buenos Aires, el che negro culiao/a en Córdoba, el Gurí en Misiones, el huevón (cuya fonética es "uon") en Chile, el parcero, en Colombia, el chicu en Cuba y Puerto Rico, el buey ("uei") en México.
Decir eh guacho ya es distinto. Es posible que después de llamar eh guacho a cualquier desconocido que camina por una estación de tren en la noche, y pide un pucho porque está seco de guita, este ultimo, es decir, quien ha sido llamado eh guacho, reaccione quedándose en silencio unos minutos, y despues diga: "¡¡¿me dijo guacho? ¿me dijo guacho?¿Qué le pasa a ese gil?!!", con las venas del cuello hinchándoseles, la dentadura apretada, los ojos saltones.
Otros casos similares son el de "capo" y el de "pa". ¿Qué te sirvo pa? pregunta un pibe que vende empanadas en una rotisería de San Telmo.
Una rosarina linda, en cualquier boliche marplatense le contestará, "soy de Rosario, capo", a cualquier flaco que se la este chamuyando. Hoy como en tiempos de altos tangos sigue siendo el
"el piropo una industria nacional,
El apelativo "che negro" es amplio. Decir negro o negra abarca a africanos/as, mestizos/as, mulatos/as, turcos/as, árabes, indios/as, españoles/as, italinos/as y hasta caucásicos que vuelven de sus vacaciones.
Situaciones semejantes son las de "disculpá flaco/a", que se usa en un espectro de personas cuya contextura física va desde la escualidez hasta la obesidad máxima, por lo cual dicho adjetivo (flaco/a) resulta siendo arbitrario, pero sin duda es de lo más usado hoy día para llamar al desconocido.
Distinto es el caso de "rubia", apelativo que se usa para referirse a una mina o a un transexual (que también es una mina pero por decisión propia) que pasa por la vereda, y que casi siempre va acompañado de un piropo, con la fórmula sintáctica de apelativo, objeto indirecto--> verbo, artículo--> sustantivo (puede funcionar como objeto directo, o circunstancial de instrumento)-->adjetivo, por ejemplo: "rubia, te como el pavito entero", o, con menor nivel de grosería, "rubia, te lleno de besos dulces". Lo mismo con morocha. Otro piropo muy válido es la petición de matrimonio: morocha, me caso con vos.
Pero sin duda, es el más eficiente en materia de calidez, el uso de "hermano" o "brother", que pedimos prestados a quienes justamente no son nuestros hermanos, es decir, los yanquis. Decir man, o en algunos casos "dude" (dtud) (como lo es El gran Levowsky de los hermanos Coen) también es un préstamo imperial.
Y lo mejor para el final. Ganador indiscutible del premio apelativo de oro es "loco/a". Usado en incontables ocasiones, el "loco/a" se convirtió en la forma más común de denominar al semejante: "uy, loco/a, qué flash".
De yapa, Tita entona La milonga y Yo.
También tenemos el che boludo/a en Buenos Aires, el che negro culiao/a en Córdoba, el Gurí en Misiones, el huevón (cuya fonética es "uon") en Chile, el parcero, en Colombia, el chicu en Cuba y Puerto Rico, el buey ("uei") en México.
Decir eh guacho ya es distinto. Es posible que después de llamar eh guacho a cualquier desconocido que camina por una estación de tren en la noche, y pide un pucho porque está seco de guita, este ultimo, es decir, quien ha sido llamado eh guacho, reaccione quedándose en silencio unos minutos, y despues diga: "¡¡¿me dijo guacho? ¿me dijo guacho?¿Qué le pasa a ese gil?!!", con las venas del cuello hinchándoseles, la dentadura apretada, los ojos saltones.
Otros casos similares son el de "capo" y el de "pa". ¿Qué te sirvo pa? pregunta un pibe que vende empanadas en una rotisería de San Telmo.
Una rosarina linda, en cualquier boliche marplatense le contestará, "soy de Rosario, capo", a cualquier flaco que se la este chamuyando. Hoy como en tiempos de altos tangos sigue siendo el
"el piropo una industria nacional,
florida y sentimental",
como dijera Leopoldo Díaz Vélez.
El apelativo "che negro" es amplio. Decir negro o negra abarca a africanos/as, mestizos/as, mulatos/as, turcos/as, árabes, indios/as, españoles/as, italinos/as y hasta caucásicos que vuelven de sus vacaciones.
Situaciones semejantes son las de "disculpá flaco/a", que se usa en un espectro de personas cuya contextura física va desde la escualidez hasta la obesidad máxima, por lo cual dicho adjetivo (flaco/a) resulta siendo arbitrario, pero sin duda es de lo más usado hoy día para llamar al desconocido.
Distinto es el caso de "rubia", apelativo que se usa para referirse a una mina o a un transexual (que también es una mina pero por decisión propia) que pasa por la vereda, y que casi siempre va acompañado de un piropo, con la fórmula sintáctica de apelativo, objeto indirecto--> verbo, artículo--> sustantivo (puede funcionar como objeto directo, o circunstancial de instrumento)-->adjetivo, por ejemplo: "rubia, te como el pavito entero", o, con menor nivel de grosería, "rubia, te lleno de besos dulces". Lo mismo con morocha. Otro piropo muy válido es la petición de matrimonio: morocha, me caso con vos.
Pero sin duda, es el más eficiente en materia de calidez, el uso de "hermano" o "brother", que pedimos prestados a quienes justamente no son nuestros hermanos, es decir, los yanquis. Decir man, o en algunos casos "dude" (dtud) (como lo es El gran Levowsky de los hermanos Coen) también es un préstamo imperial.
Y lo mejor para el final. Ganador indiscutible del premio apelativo de oro es "loco/a". Usado en incontables ocasiones, el "loco/a" se convirtió en la forma más común de denominar al semejante: "uy, loco/a, qué flash".
De yapa, Tita entona La milonga y Yo.
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