Pizza al corte

Una novedad lingüística, surgida desde las clases más populares del país, es decir, el pueblo peronista, es el uso del "corte". Se usa, en ciertas ocasiones, para introducir un ejemplo, corte, el tránsito te pudre, no aguanto la ciudad, cada día me rompe más las pelotas, corte, el otro día me quedé en el medio de una batalla de bocinas entre bondis, taxis y autos y viejas locas que gritaban. También se lo usa para introducir comparaciones, corte, estoy saliendo con una guachita linda, corte, Celeste Cid. También se usa para introducir adjetivos precisos, corte, me compré unas altas zapatillas, corte, re piolas. Ya se está convirtiendo una "muletilla", corte, una partícula lingüística coloquial innecesaria, totalmente desprovista de significado, corte, que surge casi inconscientemente por la costumbre del uso, corte, me gusta comer, corte, un pancho corte con mostaza, corte.

Ahora, si el "corte" es una novedad oculta, es porque no se lo suele escuchar en medios como la televisión o la radio. Distinto es el caso de "tipo" o "tipo que". En principio es similar al "corte": ambos son novedades surgidas en la última década, sus significados son análogos, así como sus usos y aplicaciones. Lo único que diferencia al "corte" del "tipo" o "tipo que" es, corte, su extracto social. Corte, el "corte" lo usaría un pibe del bajo flores, mientras que el "tipo que" lo usaría una chetita de Zona Norte del conurbano, tipo, en oraciones corte tipo que esto es re grasa, o, me compré un vestido tipo strapless re bueno, boló, o, el boliche que fuimos la semana pasada, tipo que no me gustó para na, mucha grasa, muchos negros.

El "corte" ya se está difundiendo por todo el país. Viaja a velocidades inimaginables. Ya se lo menciona en Jujuy. Se lo dice accidentalmente en Bolivia. En Brasil se lo usa, aunque más bien con la forma "cojchi".

El "tipo que" hace furor en San Isidro, Belgrano, Palermo, y más ultimamente en Caballito se usa a diario y por doquier.

La clase intelectual, por el contrario, usa expresiones como "por ejemplo", "verbigracia", "es decir", "mismo que", y lo hace detrás de sus anteojos y levantando el índice de la mano derecha, como para dar cuenta de que lo que se dice es importante.

Pero pasemos a lo más importante:

La pizza al corte es un fenómeno que no por nuevo, cada vez pega más en la sociedad porteña. Es, fue y será costumbre pasar caminando por una avenida corte Corrientes y ver, por el cristal, individuos comiendo pizza de dorapas, corte como si mientras la masticaran, esperasen el bondi. Algunos de saco y maletín, contestan mensajes en sus celulares. Otros, corte de jean y camisa, leen el Clarín. Otros, con pantalones de algodón, camperas deportivas y gorra con visera, miran por la ventana. Los pizzeros, tras el mostrador, corte con sus delantales y sombreritos blancos corte guardapolvo escolar, y el facón en la diestra, esperan los tickets para dar sus hachazos, cortar un par de porciones, meterlas en el horno corte gigante que hace sudar sus espaldas y, "¿qué tomás pa?", preguntan al cliente. "¿Qué puede ser?", "Coca o cerveza", "dame un chopp", dice el flaco corte muerto de hambre y después de recibir las porciones, se agarra los cubiertos, la birra y a la tabla a disfrutar de ese queso tan bien derretido y el ajo en pedazos tan grandes.

Sin dudas, no sólo es el delicioso gusto de la pizza, su queso burbujeante, su tuco sugerente y su orégano aromático lo que hacen de estas pizzerías un éxito. Es, más bien, su servicio de pizza al corte, es decir, la posibilidad de disfrutar cada porción, ya sea muzza, napo, fugazzeta, fugazza rellena, jamón y morrones, o espinaca, parados corte en dos patas, firmes y mirando siempre al frente. Es la poesía del lugar, tan tanguero y porteño. En cada barrio la pizza al corte tiene un nombre distinto: por Congreso, La Continental, por Diagonal Norte, Las Cuartetas, por el Obelisco, Güerrín, por Chacarita, La Imperial, por Córdoba y Juan B. Justo, Angelín, por Belgrano, Burgios, por Boedo, San Antonio, por Liniers, El Fortín, por San Telmo, Pirilo, por Villa Crespo, Angelito y por Plaza Italia, pizzería que últimamente se está multiplicando y convirtiendo en cadena -al igual que las panquequerías de Carlitos-, la gran Kentucky. Y si se tiene necesidad de algo más económico, aunque no por eso menos delicioso, por todas partes están Ugi's, la Fábrica de pizzas o Zappi, y sus respectivas imitaciones baratas.

Eh guacho!!

El que dice "eh amigo", se pone como un igual, un compinche del receptor, es por eso que cuando un desconocido quiere hacer una petición, una pequeña colaboración pecuniaria, lo dice de esta forma: "Eh amigo, ¿no te copás con una monedita para la birra?" Parecería que esta forma de apelar es nueva, pero la verdad es que ya el mismo Gardel, antes de entonar Quevachacé, batía: "eh amigo, sáquese ese berretín".



También tenemos el che boludo/a en Buenos Aires, el che negro culiao/a en Córdoba, el Gurí en Misiones, el huevón (cuya fonética es "uon") en Chile, el parcero, en Colombia, el chicu en Cuba y Puerto Rico, el buey ("uei") en México.

Decir eh guacho ya es distinto. Es posible que después de llamar eh guacho a cualquier desconocido que camina por una estación de tren en la noche, y pide un pucho porque está seco de guita, este ultimo, es decir, quien ha sido llamado eh guacho, reaccione quedándose en silencio unos minutos, y despues diga: "¡¡¿me dijo guacho? ¿me dijo guacho?¿Qué le pasa a ese gil?!!", con las venas del cuello hinchándoseles, la dentadura apretada, los ojos saltones.

Otros casos similares son el de "capo" y el de "pa". ¿Qué te sirvo pa? pregunta un pibe que vende empanadas en una rotisería de San Telmo.
Una rosarina linda, en cualquier boliche marplatense le contestará, "soy de Rosario, capo", a cualquier flaco que se la este chamuyando. Hoy como en tiempos de altos tangos sigue siendo el

"el piropo una industria nacional,
florida y sentimental",

como dijera Leopoldo Díaz Vélez.


El apelativo "che negro" es amplio. Decir negro o negra abarca a africanos/as, mestizos/as, mulatos/as, turcos/as, árabes, indios/as, españoles/as, italinos/as y hasta caucásicos que vuelven de sus vacaciones.

Situaciones semejantes son las de "disculpá flaco/a", que se usa en un espectro de personas cuya contextura física va desde la escualidez hasta la obesidad máxima, por lo cual dicho adjetivo (flaco/a) resulta siendo arbitrario, pero sin duda es de lo más usado hoy día para llamar al desconocido.

Distinto es el caso de "rubia", apelativo que se usa para referirse a una mina o a un transexual (que también es una mina pero por decisión propia) que pasa por la vereda, y que casi siempre va acompañado de un piropo, con la fórmula sintáctica de apelativo, objeto indirecto--> verbo, artículo--> sustantivo (puede funcionar como objeto directo, o circunstancial de instrumento)-->adjetivo, por ejemplo: "rubia, te como el pavito entero", o, con menor nivel de grosería, "rubia, te lleno de besos dulces". Lo mismo con morocha. Otro piropo muy válido es la petición de matrimonio: morocha, me caso con vos.

Pero sin duda, es el más eficiente en materia de calidez, el uso de "hermano" o "brother", que pedimos prestados a quienes justamente no son nuestros hermanos, es decir, los yanquis. Decir man, o en algunos casos "dude" (dtud) (como lo es El gran Levowsky de los hermanos Coen) también es un préstamo imperial.

Y lo mejor para el final. Ganador indiscutible del premio apelativo de oro es "loco/a". Usado en incontables ocasiones, el "loco/a" se convirtió en la forma más común de denominar al semejante: "uy, loco/a, qué flash".

De yapa, Tita entona La milonga y Yo.





Palabras serias que suenan graciosas

En su edición pasada, la sarcástica revista Barcelona tituló: ¡A cojer que se acaba el mundo!, lo cual, en opinión de este humilde blog, constituye un grave error de ortografía, puesto que la palabra cojer, que en la lengua argentina quiere decir fornicar, es decir, mantener relaciones sexuales, es decir, reproducirse, es decir, garchar, o echarse un polvito en una noche de primavera, viene del español coger cuyo sinónimo es agarrar o tomar, pero como esto a nadie le importa, es decir, a todos les chupa un huevo, y como la revista Barcelona es una revista de una calidad y creatividad bestiales, vamos a dejar esto de lado para hablar de ciertas situaciones sociales que nos suceden día a día.


Es toda una situación incómoda pronunciarlas, especialmente porque puede que se esté acostumbrado a escucharlas, y es imposible que cuando se las escuche, las neuronas, que tienen tantas conexiones entre sí, no las relacionen con lo que éstas quieren decir si se las divide por la mitad o si se las separa en unidades menores, plenas de sentido cada una de ellas, por lo tanto, cuando se las pronuncia, sin haber antes pensado que podían sonar de esa forma, ni que podían evocar en las mentes de los y las escuchas las imágenes que inintencionalemente presentan, siempre se siente un poco de vergüenza, se colorean los cachetes, y un breve sentimiento de arrepentimiento asoma por los pensamientos de quien las menciona. Y también es una situación más que incómoda, y totalmente inevitable, cuando se las escucha y, en el mejor de los casos, una pequeña diagonal se figura en el labio, como si se tuviera un siete de espadas o de oro, y en el peor, la carcajada invade el invade el cuerpo, lo cual descontenta al resto de las personas que participan de la charla.

Por ejemplo, ¿quién no tuvo que contener las risas cuando algún pseudointelectualoide hablaba de un movimiento de gran envergadura?. Y sí, lamentable y cómicamente, la expresión evoca ese órgano en ese estado en particular, lo cual resulta muy proclive a chistes de mal gusto o a una invitación osada.

Para volver a lo que nos compete, es todo un caso, puesto que antes, digamos unos diez años atrás, esta expresión podía usarse sin pensarse conexión alguna con ninguna acción, mientras que hoy, sin lugar a dudas, lo que nos compete suele traer a escena, o a colación, la acción oral que tantos videos no oficiales que circulan por la interné retratan de tantas actrices y modelos y gatos (es decir, acompañantes vip).

Otro caso polémico tiene justamente que ver con las controversias, con las peleas, con las disputas. Este último sustantivo que significa enfrentamiento o discusión, suele recordarnos cierto trabajo, que hay quienes dicen que es el más antiguo del mundo.

Recoger es un verbo que cada vez se usa menos y que también ilustra el tipo de expresiones de las que este post habla. Y es que, cada tanto, se lo menciona al hablar de la recolección de objetos, y se lo ha usado como chiste-piropo con connotaciones sexuales, por ejemplo, cuando uno propone algo como: ¿Querés jugar a la basurita? y ante el desconocimiento de dicho ejercicio lúdico y ante la pregunta: ¿cómo se juega?, la respuesta es picaresca: vos te tirás al piso y yo te recojo. Otro caso ilustrativo: acoger, que quiere decir dar hospedaje, aunque también quiere decir ¡a coger!.

Finalmente, el gran cantautor popular Ricardo Arjona, con su tono sentimental y melódico, ha notado que un sustantivo puede ofrecer un juego de palabras que, ante las miradas indignadas de los paquetes y paquetas que tanto se preocupan por el qué dirán, propone asociar dicho sustantivo con lo que sus primeras seis letras significan, si se las despoja del resto de la palabra, es decir la reputación.

Y sí, todas tienen connotaciones sexuales, puesto que la investigación para este post (tan importante para el análisis lingüístico del habla rioplatense), no ha sido exhaustiva, sino que se limitó a la espera del uso de dichas frases y expresiones, en charlas cotidianas. Si a alguien se le ocurre alguna otra, se agradecerá la colaboración.




¡Pero qué hidepú!